No enseñamos quienes somos. Y no es precisamente porque ocultar nuestro verdadero yo esté intrínsico en nosotros mismos, sino más bien, es un acto adquirido por tantas decepciones que hemos recibido a lo largo de nuestra vida.
Cuando nos enamoramos por primera vez y entregamos nuestro corazón; y nos hicieron daño.
Cuando dijimos lo que sentíamos a ese alguien especial; y nos enseñó lo que es el sentimiento de rechazo.
Cuando confiamos en nuestro ser Amado; y nos respondió con un engaño.
Cuando no nos importaba decir lo que sentíamos abiertamente; y nos tomaban por tontos y débiles.
Cuando nos entregamos sin reserva; y se aprovecharon de nuestros sentimientos.
Cuando creímos que nos querrían por lo que somos; y nos dejaron por lo que no tenemos.
Cuando pensábamos que no importaba nuestra apariencia, sino nuestro corazón; y nos dejaron por uno más guapo.
Cuando demostrábamos al poco tiempo lo que sentíamos; y con ello nos convertíamos en menos interesantes porque éramos un reto superado.
Cuando nos entregábamos a alguien por Amor; y lo que pretendían era solo nuestro cuerpo.
Cuando intentábamos ser buenos; y nos pagaban con maldad.
Cuando soñábamos una vida al lado de alguien; y nos despertaban con una duda.
Cuando mirábamos por nuestro ser amado; y este solo miraba por si mismo.
Es por todo esto que cambiamos. Es por todo esto que aprendimos a no ser nosotros mismos, sino a engañar.
Aprendimos a no entregarnos por entero.
A ser un poco cabrones porque así nos va mejor.
A medir nuestros sentimientos y no querer mas de lo que nos quieran como un burdo trueque.
Para no volver a ser decepcionados y terminar llorando por los rincones.
Para no sentirnos rechazados, menospreciados, desilusionados, solos y abatidos por haber cometido el error de abrir nuestro corazón.
Por todo esto aprendimos a mirar más por nosotros mismos y a cuidar de nuestros cuerpos.
Porque lamentablemente nos han demostrado que, con un buen físico nos quieren más que con un buen corazón.
Aprendimos a buscar el dinero, porque de cierta manera se nos valora más cuando lo poseemos.
Aprendimos a no decir te Amo para que no nos tomen el pelo o se nos desatienda, al saber que nos han conseguido.
Aprendimos a no demostrar mucho interés para que no nos hagan daño.
Por todo esto hemos cambiado. Y no es verdad que no tengamos corazón, ya que muy en el fondo sigue latiendo; pero cada vez se le escucha menos. Porque tiene mil barreras para no ser herido y un buen candado cerrado por tanto tiempo, que ni nosotros mismos recordamos donde quedó la llave.
Lamentablemente la vida es así, así la hemos vivido, y así nos han enseñado.
Y por mucho que nos duela, esta es “la cruda realidad”.
AGD