jueves, noviembre 26, 2009

La cruda realidad...


No enseñamos quienes somos. Y no es precisamente porque ocultar nuestro verdadero yo esté intrínsico en nosotros mismos, sino más bien, es un acto adquirido por tantas decepciones que hemos recibido a lo largo de nuestra vida.
Cuando nos enamoramos por primera vez y entregamos nuestro corazón; y nos hicieron daño.
Cuando dijimos lo que sentíamos a ese alguien especial; y nos enseñó lo que es el sentimiento de rechazo.
Cuando confiamos en nuestro ser Amado; y nos respondió con un engaño.
Cuando no nos importaba decir lo que sentíamos abiertamente; y nos tomaban por tontos y débiles.
Cuando nos entregamos sin reserva; y se aprovecharon de nuestros sentimientos.
Cuando creímos que nos querrían por lo que somos; y nos dejaron por lo que no tenemos.
Cuando pensábamos que no importaba nuestra apariencia, sino nuestro corazón; y nos dejaron por uno más guapo.
Cuando demostrábamos al poco tiempo lo que sentíamos; y con ello nos convertíamos en menos interesantes porque éramos un reto superado.
Cuando nos entregábamos a alguien por Amor; y lo que pretendían era solo nuestro cuerpo.
Cuando intentábamos ser buenos; y nos pagaban con maldad.
Cuando soñábamos una vida al lado de alguien; y nos despertaban con una duda.
Cuando mirábamos por nuestro ser amado; y este solo miraba por si mismo.

Es por todo esto que cambiamos. Es por todo esto que aprendimos a no ser nosotros mismos, sino a engañar.
Aprendimos a no entregarnos por entero.
A ser un poco cabrones porque así nos va mejor.
A medir nuestros sentimientos y no querer mas de lo que nos quieran como un burdo trueque.
Para no volver a ser decepcionados y terminar llorando por los rincones.
Para no sentirnos rechazados, menospreciados, desilusionados, solos y abatidos por haber cometido el error de abrir nuestro corazón.
Por todo esto aprendimos a mirar más por nosotros mismos y a cuidar de nuestros cuerpos.
Porque lamentablemente nos han demostrado que, con un buen físico nos quieren más que con un buen corazón.
Aprendimos a buscar el dinero, porque de cierta manera se nos valora más cuando lo poseemos.
Aprendimos a no decir te Amo para que no nos tomen el pelo o se nos desatienda, al saber que nos han conseguido.
Aprendimos a no demostrar mucho interés para que no nos hagan daño.
Por todo esto hemos cambiado. Y no es verdad que no tengamos corazón, ya que muy en el fondo sigue latiendo; pero cada vez se le escucha menos. Porque tiene mil barreras para no ser herido y un buen candado cerrado por tanto tiempo, que ni nosotros mismos recordamos donde quedó la llave.
Lamentablemente la vida es así, así la hemos vivido, y así nos han enseñado.
Y por mucho que nos duela, esta es “la cruda realidad”.

AGD

miércoles, noviembre 11, 2009

A todo esto es comparable el Amor...


El Amor es como encender una cerilla. ¡Es esa llamita en la cerilla! Podemos dejar que esta se queme del todo y la llamita se apague o acercar esta llama a unas leñas para que la llama crezca.

Por esto el Amor no es solo un sentimiento que nace, si no más bien, es un sentimiento que al nacer debemos de cuidar para que no se apague. Requiere un trabajo, un esfuerzo, estar pendiente de el, no descuidándolo, echando constantemente leña al fuego.
Este trabajo es al que se refiere Pablo de Tarso en su carta a los Corintios cuando nos dice:

El amor tiene paciencia y es bondadoso.
El amor no es celoso.
El amor no es ostentoso, ni se hace arrogante.
No es indecoroso, ni busca lo suyo propio.
No se irrita, ni lleva cuentas del mal.
No se goza de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.
Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

Todo esto es igual a trabajo; trabajo duro, ya que no es algo que se nos dé de forma natural hacerlo. No es algo intrínsico en el ser humano. No es algo inherente en nosotros mismos.

Tenemos que luchar contra nuestra propia naturaleza egoísta para amar, con constancia y dedicación. ¿Si no, por que es que cuando una pareja de enamorados se casa, el cura les hace prometer ante Dios que se amarán hasta que la muerte los separe?

Ni mas ni menos que porque todo parte de una decisión que conlleva a una acción en el día a día, que acarrea una consecuencia tan maravillosa como es el Amor.
Podemos comparar también el Amor a un recién nacido. Es tan delicado, nos inspira tantas cosas… pero no podemos vestirlo con una ropa bonita y meterlo en una cunita y dejarlo ahí. Y de vez en cuando pasar cerca de el, mirarlo y decir: ¡es tan bello! Pues no. Tenemos que estar pendiente de el en todo momento, alimentándolo, cambiándolo, cogiéndolo cuando llora, muchas veces a media noche cuando poco o nada nos apetece. Pero a pesar de todo el trabajo que requiere, crecerá con el tiempo, se hará más grande y más fuerte cada día, llenándonos de satisfacción.

Recuerda que el Amor no es la simple llama de la cerilla, si no más bien la gran llama que nosotros mismos somos capaces de hacer, cuidar y mantener. Siempre con nuestro esfuerzo, constancia y dedicación.

A todo esto es comparable el Amor…

AGD